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Organicemos nuestros documentos por la seguridad de nuestra familia



Juan y Mariela regresan del funeral de un gran amigo sumidos en el dolor. Encontraron a una viuda que desconoce cuántas cuentas bancarias tenía su difunto esposo, si poseía póliza de vida y la ubicación de los documentos del apartamento y vehículos. Los gastos del funeral han sido cubiertos por una póliza funeraria de cuya existencia, afortunadamente,  conocía su socio. Juan y Mariela archivan cuidadosamente los documentos importantes de sus vidas y deciden compartir este asunto con sus hijos.

A lo largo de nuestras vidas, además de años, adquirimos activos que conforman nuestro patrimonio personal y familiar. Al principio, no le damos importancia a las facturas y documentos de propiedad porque son pocos y, tal vez,  el desembolso de dinero no ha sido considerable. Sin embargo, el manejo de un archivo nos evitará inconvenientes tanto a nosotros como a nuestros familiares ante circunstancias como una enfermedad grave o la muerte temprana.

Se sugiere que todos los documentos se ubiquen en un mismo sitio, bien sea un escritorio, una gaveta o una caja así como en formato digital que podamos compartir con ciertas personas.  Los jefes de familia han de saber de su ubicación y quienes viven solos deberían informar a una persona de confianza. Los padres, ya en la tercera edad, deben indicar a sus hijos donde están guardados, en prevención de que ocurran  hechos imprevistos como accidentes o enfermedades graves.

Hay distintos tipos de documentos. En principio, los de identificación como partida de nacimiento, cédula de identidad, pasaporte, licencia de conducir, algunos de los cuales llevamos con nosotros en todo momento. Tenemos los documentos relacionados con los productos financieros que usamos como cuentas y tarjetas de crédito y las facturas de los bienes comprados que sirven para hacer efectiva la garantía en caso que se deterioren durante su vigencia.

Luego están los títulos de propiedad de bienes muebles e inmuebles. Adicionalmente están las pólizas de salud, vehículo, inmuebles, seguros de vida y servicios funerarios.  Por otra parte, tenemos respaldos de inversiones como planes de ahorro, acciones del mercado bursátil y cuentas en moneda dura. A esto se suman los certificados de estudios y los exámenes y tratamientos médicos relevantes, especialmente ante condiciones especiales como diabetes, tensión alta o demencia.

Juan y Mariela invitan a sus hijos a revisar cada una de las carpetas en las que se encuentran todos los documentos importantes de la familia. Les indican los nombres de las personas a las que hay que llamar en caso de emergencia (asesores de seguros, abogados, socios, familiares).  Recuerdan el nombre del tutor designado para el caso en que queden huérfanos antes de llegar a la mayoría de edad. Saben que con esto están protegiendo a sus hijos y les enseñan cómo actuar ante una emergencia.

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Juan y Mariela regresan del funeral de un gran amigo sumidos en el dolor. Encontraron a una viuda que desconoce cuántas cuentas bancarias tenía su difunto esposo, si poseía póliza de vida y la ubicación de los documentos del apartamento y vehículos. Los gastos del funeral han sido cubiertos por una póliza funeraria de cuya existencia, afortunadamente,  conocía su socio. Juan y Mariela archivan cuidadosamente los documentos importantes de sus vidas y deciden compartir este asunto con sus hijos.

A lo largo de nuestras vidas, además de años, adquirimos activos que conforman nuestro patrimonio personal y familiar. Al principio, no le damos importancia a las facturas y documentos de propiedad porque son pocos y, tal vez,  el desembolso de dinero no ha sido considerable. Sin embargo, el manejo de un archivo nos evitará inconvenientes tanto a nosotros como a nuestros familiares ante circunstancias como una enfermedad grave o la muerte temprana.

Se sugiere que todos los documentos se ubiquen en un mismo sitio, bien sea un escritorio, una gaveta o una caja así como en formato digital que podamos compartir con ciertas personas.  Los jefes de familia han de saber de su ubicación y quienes viven solos deberían informar a una persona de confianza. Los padres, ya en la tercera edad, deben indicar a sus hijos donde están guardados, en prevención de que ocurran  hechos imprevistos como accidentes o enfermedades graves.

Hay distintos tipos de documentos. En principio, los de identificación como partida de nacimiento, cédula de identidad, pasaporte, licencia de conducir, algunos de los cuales llevamos con nosotros en todo momento. Tenemos los documentos relacionados con los productos financieros que usamos como cuentas y tarjetas de crédito y las facturas de los bienes comprados que sirven para hacer efectiva la garantía en caso que se deterioren durante su vigencia.

Luego están los títulos de propiedad de bienes muebles e inmuebles. Adicionalmente están las pólizas de salud, vehículo, inmuebles, seguros de vida y servicios funerarios.  Por otra parte, tenemos respaldos de inversiones como planes de ahorro, acciones del mercado bursátil y cuentas en moneda dura. A esto se suman los certificados de estudios y los exámenes y tratamientos médicos relevantes, especialmente ante condiciones especiales como diabetes, tensión alta o demencia.

Juan y Mariela invitan a sus hijos a revisar cada una de las carpetas en las que se encuentran todos los documentos importantes de la familia. Les indican los nombres de las personas a las que hay que llamar en caso de emergencia (asesores de seguros, abogados, socios, familiares).  Recuerdan el nombre del tutor designado para el caso en que queden huérfanos antes de llegar a la mayoría de edad. Saben que con esto están protegiendo a sus hijos y les enseñan cómo actuar ante una emergencia.

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Juan y Mariela regresan del funeral de un gran amigo sumidos en el dolor. Encontraron a una viuda que desconoce cuántas cuentas bancarias tenía su difunto esposo, si poseía póliza de vida y la ubicación de los documentos del apartamento y vehículos. Los gastos del funeral han sido cubiertos por una póliza funeraria de cuya existencia, afortunadamente,  conocía su socio. Juan y Mariela archivan cuidadosamente los documentos importantes de sus vidas y deciden compartir este asunto con sus hijos.

A lo largo de nuestras vidas, además de años, adquirimos activos que conforman nuestro patrimonio personal y familiar. Al principio, no le damos importancia a las facturas y documentos de propiedad porque son pocos y, tal vez,  el desembolso de dinero no ha sido considerable. Sin embargo, el manejo de un archivo nos evitará inconvenientes tanto a nosotros como a nuestros familiares ante circunstancias como una enfermedad grave o la muerte temprana.

Se sugiere que todos los documentos se ubiquen en un mismo sitio, bien sea un escritorio, una gaveta o una caja así como en formato digital que podamos compartir con ciertas personas.  Los jefes de familia han de saber de su ubicación y quienes viven solos deberían informar a una persona de confianza. Los padres, ya en la tercera edad, deben indicar a sus hijos donde están guardados, en prevención de que ocurran  hechos imprevistos como accidentes o enfermedades graves.

Hay distintos tipos de documentos. En principio, los de identificación como partida de nacimiento, cédula de identidad, pasaporte, licencia de conducir, algunos de los cuales llevamos con nosotros en todo momento. Tenemos los documentos relacionados con los productos financieros que usamos como cuentas y tarjetas de crédito y las facturas de los bienes comprados que sirven para hacer efectiva la garantía en caso que se deterioren durante su vigencia.

Luego están los títulos de propiedad de bienes muebles e inmuebles. Adicionalmente están las pólizas de salud, vehículo, inmuebles, seguros de vida y servicios funerarios.  Por otra parte, tenemos respaldos de inversiones como planes de ahorro, acciones del mercado bursátil y cuentas en moneda dura. A esto se suman los certificados de estudios y los exámenes y tratamientos médicos relevantes, especialmente ante condiciones especiales como diabetes, tensión alta o demencia.

Juan y Mariela invitan a sus hijos a revisar cada una de las carpetas en las que se encuentran todos los documentos importantes de la familia. Les indican los nombres de las personas a las que hay que llamar en caso de emergencia (asesores de seguros, abogados, socios, familiares).  Recuerdan el nombre del tutor designado para el caso en que queden huérfanos antes de llegar a la mayoría de edad. Saben que con esto están protegiendo a sus hijos y les enseñan cómo actuar ante una emergencia.

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