Luisa y Ernesto están contentos ya que acaban de ser
notificados de la aprobación de un crédito hipotecario que les permitirá
cumplir con una de sus grandes metas como pareja, adquirir su primera vivienda.
Luisa llama a su mejor amiga, Karina, para darle la noticia y se sorprende
cuando esta le cuenta que sus deudas de tarjetas de crédito no le permiten
ahorrar y que sus ingresos, bastante altos, apenas le alcanzan para cubrir
gastos ante el nivel de los pagos mensuales que debe hacer a los bancos.
El nacimiento del crédito, como se
le conoce hoy en día se remonta al siglo XVI cuando aparecieron las
instituciones financieras donde los empresarios exitosos del negocio marítimo y
las colonias colocaban sus excedentes de dinero. Frente a esto, había personas
que requerían fondos para realizar actividades económicas y así surgieron los
préstamos para llevar efectivo de quienes lo poseían a quienes no. Los hay de
distintos tipos, como los comerciales, los personales y el leasing, entre
otros.
Si bien su espíritu es proveer
crecimiento económico, desarrollo y bienestar, hay que considerar que no siempre
cumple con este objetivo. Es muy importante distinguir un crédito bueno de uno
malo para sacar el mejor provecho de él y evitar poner en riesgo la solvencia y
seguridad financiera de las personas, familias, empresas y hasta ciudades o
países. Es por ello que es tan importante incluir este tema dentro del estudio
de las finanzas personales.
Los préstamos buenos financian bienes
que se revalorizan en el tiempo o permiten llevar a cabo actividades
comerciales que generan una utilidad o retorno financiero. La adquisición de un
bien inmueble o la compra de materia prima son ejemplos de ellos. La mejor
representación de los créditos malos son las deudas contraídas para adquirir
bienes de consumo como artículos de uso personal o actividades que no generan
renta y que, en su mayor parte, son pagados con tarjetas de crédito.
Antes de endeudarnos debemos
analizar el uso que le daremos a ese dinero por el cual pagaremos intereses más
gastos bancarios. Solicitar un pagaré personal para financiar un viaje de
vacaciones no rendirá ganancia alguna
que permita generar flujo de caja para cumplir con el compromiso adquirido.
Otro aspecto a analizar es la capacidad financiera para hacer frente a los
pagos mensuales, de manera de evitar caer en mora o incluso terminar en un
litigio con una institución bancaria por impago.
Luisa conversa con Karina acerca de
la necesidad de ser comedido en el uso del dinero para evitar situaciones como
la que está viviendo. Le propone guardar las tarjetas de crédito, limitar sus consumos
al mínimo e incluso negociar con los bancos el pago de las deudas. Y cuando salgas
de esto, prosigue, asegúrate de ocuparte de adquirir solamente préstamos
buenos, es decir, aquellos que te brinden un retorno, bien sea para adquirir bienes
que se revaloricen o que generen renta.
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