Emilia,
joven profesional, comparte impresiones acerca del buen uso del dinero con su
amiga Marisol. Reconoce que ha tenido problemas por gastar más de la cuenta y
adquirir deudas que excedían su capacidad de pago. El último susto fue tan
grande que se prometió ser racional en el manejo de sus recursos, los cuales
son suficientes para tener libertad financiera, es decir, le permiten satisfacer
todas sus necesidades y guardar para las emergencias, ahorro, inversiones,
protección y retiro.
En
todas partes encontramos personas que admiten desconocer el monto de sus gastos
y no ahorran por creer que no ganan lo suficiente para ello. Incluso, más de
uno, al hacer una lista de sus erogaciones mensuales se sorprende al reparar que
estas son inferiores, por una buena distancia, a sus ingresos e ignoran a donde
fue el resto. Están los que no quieren hablar del tema porque se consideran
incapaces de corregir su situación financiera por creer que no tiene remedio.
Si
bien, muchos están incómodos, les asusta evaluar su realidad al suponer que el
procedimiento es difícil y por temor al resultado. No es tan complicado si
comienzan por el principio, hacer una lista de sus ingresos y sus egresos. Con
esta prueba conocerán a donde va su dinero, identificarán cuanto destinan a pagar deudas, el importe de
sus necesidades básicas como alimentación, vivienda, transporte, salud,
educación, entretenimiento y, muy importante, la suma de las compras compulsivas.
A
continuación, hay que hacerse una cuantas preguntas: ¿A dónde quieres ir? ¿Qué
quieres tener en cinco años? ¿En 20 años? ¿Qué ocurriría si mañana no pudieras
seguir trabajando? ¿De qué vivirás cuando tengas 70 años? Interrogantes de este
tipo obligan a tocar suelo y, cuando las respuestas no son halagadoras, generan
motivación para cambiar. Es el tiempo de hacer una lista de las metas que se desean alcanzar, las cuales servirán
de norte cuando de manejar sus recursos se trate.
Luego
viene el momento más difícil, el de la acción y es que la mayoría de los planes
fracasan por la ausencia de movimiento. Buena parte de quienes admiten no estar
complacidos con la forma en que manejan sus finanzas personales no toman
medidas para modificarlas. Los que se atreven a ir más allá, elaboran un
presupuesto mensual, eliminan los gastos superfluos, guardan las tarjetas de
crédito, establecen metas y se ponen en marcha para alcanzarlas.
Emilia
ha sentido la gratificación de quien decide optar por el cambio. Sabe que usar
el dinero con seriedad es la diferencia entre contar con ahorros y no poder
asumir el gasto de una emergencia como un diente roto. El que cuida sus
finanzas, tiene las pólizas adecuadas que cubran a su familia ante su ausencia
definitiva, cuenta con protección para cubrir gastos médicos, construye un
patrimonio para tener una vejez tranquila. Ciertamente, vale la pena dedicar un
rato a evaluar dónde estás.
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