Me ha gustado leer toda mi vida. Recuerdo claramente aquella
mañana soleada cuando iba caminando, tomada de las manos de mis padres y vi un
letrero. Empecé a formar sílabas de acuerdo a las indicaciones de mi maestra de
kínder y exclamé: ¡POLAR, puedo leer, puedo leer!
En estos días en los que “tengo tiempo de sobra”, encerrada
en casa, he dedicado un espacio a la lectura con calma, con disfrute, incluso,
he tomado notas.
Tenía pendiente un libro, aparentemente básico, El hombre más
rico de Babilonia de George S. Clason. Lo había tropezado varias veces y seguía
de largo. Como dicen algunos: No le tenía fe.
Finalmente, me senté a leerlo y quedé gratamente sorprendida.
No me detuve hasta terminarlo. En lenguaje sencillo, mediante metáforas, en
cada capítulo se relata una historia que deja una enseñanza relacionada con
temas de Finanzas Personales de muy fácil comprensión.
Me imaginé a los padres leyendo el libro con sus hijos y,
después de cada capítulo, conversar acerca de lo aprendido.
En El hombre más rico de Babilonia se muestran, a partir de
historias simples, las consecuencias de decisiones tomadas por el hombre, en
aspectos de la vida relacionados con el ahorro, presupuesto de gastos, inversiones,
adquisición de activos productivos, pólizas de vida y salud, educación
financiera, responsabilidad financiera de los jefes del hogar, préstamos buenos
y malos, la determinación que acompaña al logro de objetivos, la planificación
financiera y el valor del trabajo.
Me ha entusiasmado tanto este pequeño libro que me atrevo a
recomendar su lectura porque trata de temas fundamentales para el hombre como los
relacionados con el uso racional del dinero, un aspecto que está ausente de
nuestras escuelas y de muchos hogares.
Si nos enseñaran Finanzas Personales desde niños, el mundo
sería mejor.